Jacobo Rodríguez Padilla: la libertad de crear y de vivir -1 de 3-

jaacaobo rodriguezPor
Arturo Taracena Arriola
el Acordeón, – elPeriódico‏
Compartido para la
Red Nacional de Gestores Culturales

El pasado 5 de octubre falleció en París, ciudad en la que había residido en las últimas cuatro décadas, Jacobo Rodríguez Padilla. Tenía 92 años y era casi una leyenda en la que se conjugaban los más altos ideales de la Guatemala del último siglo. Hijo de la Revolución de Octubre, como siempre se reivindicó, su vida representó una entrega total y absoluta al arte y a las batallas por cambiar una realidad que le parecía injusta y opresora. A continuación presentamos un exhaustivo perfil del artista realizado por el historiador Arturo Taracena Arriola.

Jacobo Rodríguez Padilla nació el 20 de agosto de 1922 en el hogar de uno de los más importantes artistas de Guatemala, el pintor Rafael Rodríguez Padilla. Este, quien había sido el fundador de la Escuela de Bellas Artes en 1920, estudió en España y, junto a Rafael Iriarte, asimiló las experiencias de la escuela española, especialmente la de los maestros Ignacio Zuloaga y Joaquín Sorolla. Sin embargo, a los seis años, Jacobo perdió a su padre, cuando este decidió suicidarse a raíz de que miembros del Ejército lo fueron a buscar a su casa por estar implicado en un atentado en contra del general Lázaro Chacón. Ante la viudez, la madre optó por enviar al hijo temporalmente a la finca de la abuela materna, situada en Baja Verapaz, en los flancos de la Sierra de Las Minas. De ahí la gran importancia que el paisaje tuviera en su pintura. El paisaje y la figura humana estuvieron en el centro de su obra, mostrando un especial interés por la figura femenina. Jacobo amaba a las mujeres.

El ambiente artístico no dejó de acompañarlo de joven, pues doña Juana Padilla Cóbar se volvió a casar, esta vez con el pintor Rodolfo Marsicovétere Durán, miembro importante del Grupo Tepeus o Generación de 1930. De esa manera, en su casa se fueron acumulando pinturas, dibujos y esculturas de las diferentes generaciones de artistas guatemaltecos.

Siendo preadolescente, Jacobo decidió inscribirse en la Escuela de Bellas Artes en momentos en que era dirigida por el escultor Rafael Yela Günther, quien lo inició en el arte del dibujo. Luego, el haber entrado a trabajar como dibujante en la Litografía Zadik a finales de la década del treinta, le permitió seguirse ejercitando en él a la vez de que aportaba dinero a su casa. En Bellas Artes se juntó con sus contemporáneos Dagoberto Vázquez Castañeda, Guillermo Grajeda Mena, Roberto González Goyri –los tres miembros del Grupo Acento o Generación del 40– y con Mario Alvarado Rubio, los que junto a otros estudiantes y profesores formaron a la caída del general Jorge Ubico en junio de  1944, la Asociación de Profesores y Estudiantes de Bellas Artes (APEBA), que conduciría la renovación de la escuela.

Por esa época, Jacobo entró a trabajar en el programa Architectural Desing Office for Central America, experiencia que lo formó como dibujante técnico en arquitectura, sobre todo por el apoyo que le dio el arquitecto guatemalteco Roberto Irigoyen, quien lo inició en el conocimiento de la vanguardia urbanística encabezada por Le Corbusier. Asimismo, dicho trabajo le permitió ganarse con cierta holgura la vida y poder dedicarse a su obra, participando en las exposiciones que realizaba la Asociación Guatemalteca de Escritores y Artistas Guatemaltecos (AGEAR), la cual lideraban Alvarado Rubio, el escritor Mario Monteforte Toledo, su presidente, y el escultor Rodolfo Galeotti Torres.

Saker-ti

A finales de 1946, su vida habría de dar un giro intelectual cuando entró en contacto con el escritor Huberto Alvarado Arellano, con quien fundó el Grupo Saker-ti, que vendría a rivalizar con la AGEAR no solo en la organización de exposiciones, sino en la orientación ideológica sobre la plástica y el compromiso de los artistas con la realidad social guatemalteca, ya durante la presidencia de Juan José Arévalo.

En las aulas de Bellas Artes, Jacobo también entró en contacto con el escultor Adalberto de León Soto, quien se convertiría en su cuñado al casarse con Fantina Rodríguez Padilla y quien le permitió conocer el altiplano guatemalteco en un viaje a Quetzaltenango. Ello despertó su afición por el arte popular nuestro, del cual se inspiró continuamente. Asimismo, entró en contacto con los pintores Miguel Alzamora Méndez, Arturo Martínez y Max Saravia Gual, como con el maestro Ricardo Castillo, el principal pianista y compositor guatemalteco de ese momento.

Dos hechos más van a marcar su evolución intelectual, entrar en contacto –al igual que los demás miembros del Grupo Saker-ti– con el escritor y político Luis Cardoza y Aragón, quien venía de lanzar en 1945 la Revista de Guatemala, publicación que recogería en sus páginas la reflexión artística surgida de la Escuela de Bellas Artes, ilustrándola con las fotografías de la obras de pintores y escultores. A su vez, Carlos Mérida, quien llegó a exponer a Guatemala en diciembre de 1947 y visitó los talleres de varios de los jóvenes artistas.

Acerca de Culturales de Maco

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