Isabel Ruiz: El arte es una crónica del hallazgo de la luz (1 de 3)

 Cortesía del artista Mario Santizo

Cortesía del artista Mario Santizo

Autor
Vania Vargas
El Acordeón
elPeriódico
Guatemala, C. A.

Con la próxima inauguración de la muestra Isabel Ruiz: 30 años de silencio, se trae al presente la fuerza de una artista que ha sabido documentar estéticamente la violencia y el horror de la historia reciente de Guatemala. La exposición abre el jueves 23 de abril, en la Galería 9.99,  a las 19:00 horas.

Penumbra y silencio pidió Isabel Ruiz cuando la Galería 9.99 le propuso hacer una revisión de su obra. La idea era crear la atmósfera necesaria para despertar todos los sentidos. Lo sabe perfectamente ella que, como artista y como mujer, ha vivido y creado en un país como Guatemala, en donde ambos elementos han sido, a lo largo de la historia, una amenaza que, a pesar de todo, no ha impedido “decir”, no ha impedido “hacer crecer”. De esa manera comenzó la adaptación del espacio que a partir del 23 de abril pondrá a disposición del público una muestra de sus acuarelas, esa faceta de su trabajo que habla de su evolución como artista, de sus exploraciones técnicas, y de esas preocupaciones históricas y estéticas que la han convertido en uno de los iconos más fuertes y completos de la plástica guatemalteca, un icono que merece, con justicia, un redescubrimiento.

Está por cumplir 70 años y por salir de una dolencia física que la ha obligado a estar en cama, pero que no ha impedido que desde allí le dé seguimiento a sus ideas y proyectos. Pasa los días en su cuarto, se mantiene acostada, le cuesta moverse, pero las ideas no se detienen; le cuesta hablar y recordar, pero cuando dice “Guatemala”, “arte”, “infancia” la emoción se le desborda, se le quiebra la voz, tensa las manos como si tratara de sostener con ellas todo el peso de lo que siente. Isabel Ruiz es fuerza y es ternura. Es fácil deducirlo cuando el espectador es arrollado por su pintura y sus instalaciones o cuando se le escucha hablar de los talleres de arte para niños. Fuerza y ternura que a su vez son herencia de una madre amorosa y de un padre dictatorial, que optó por darle educación sólo a sus hermanos, y a cuyas espaldas se inscribió en la Universidad Popular para estudiar artes plásticas, ese segundo círculo, también dominado por los hombres, en el que iba a tener que poner en práctica lo que descubrió en casa y ha abanderando toda su vida: la resistencia. Fue alumna de Roberto Cabrera y de Galeotti Torres. En 1968 tuvo su primera exposición en las instalaciones de la UP: una serie de acuarelas con imágenes transformadas a través de su estado anímico, que hicieron que Cabrera, su maestro, la relacionara con la violencia de trazo y color del expresionismo alemán. El día de la exposición, Isabel Ruiz llegó vestida de blanco, se estaba casando con el arte. Fue el mismo año en que inició sus estudios de Grabado, esa técnica que se caracteriza por marcar las superficies, y que marcaría de manera particular su arte, su expresión.

Estoy en el Taller experimental de gráfica, y mientras el artista Erick Menchú va por las placas de los grabados de Isabel Ruiz, yo exploro los botes que quizá contengan solventes, químicos o tintas; observo algunas impresiones, quizás recién salidas de la presión de los tórculos, y algunas placas en proceso. La relación del Taller con Isabel Ruiz ha sido larga. Ellos la acompañaron en el rescate de algunas láminas que había tallado en los años ochenta, que luego se incluyeron en la edición de tres carpetas con sus grabados. Además, estuvieron junto a la artista en el proceso de producción digital de las piezas que se expusieron, a gran escala, en la muestra tituladaRetrográfica, que organizó hace varios años el ArteCentro Paiz, a partir de la cual también surgieron otras totalmente digitales que se añaden a la larga lista de experimentación que Ruiz ha llevado a cabo a lo largo de su exploración de la expresión en el arte visual.

Acerca de Culturales de Maco

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